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Bastantes problemas teníamos ya con definir simplemente "el humor" y sus distintos tipos, cuando en medio del mentado debate llega un grupo de pseudo-intelectuales vanguardistas (de esos que copian a Europa pero paralelamente la detestan) a decirnos que la familia se agrandó: parieron a fórceps al "humor políticamente correcto", o la "corrección política", el "no digas NADA porque alguien se puede ofender", o el hermano castrador que, con moral impoluta, te dice lo que se debe o no hacer, decir, pensar y hasta comer.
Schopenhauer decía que el humor consiste en poner una cosa donde no va. Allí surgió el segundo problema, que consistió en enterarme de que Schopenhauer no era un equipo de la Bundesliga. Pero ese es otro tema.
A toda acción sigue una reacción, y de eso se trata esto. No había (ni hay) en Uruguay un movimiento organizado desde el gremio de comediantes que, en premeditadas reuniones en oscuras catacumbas, confabuláramos contra gallegos, flacos, gordas, gays, negros, narigones, polacos, judíos, abogados, suegras, animales, vegetales, minerales, lípidos y prótidos, más un largo etcétera.
Pero... llegaron los, las y les salvadores de la humanidad a limpiarla de esos indeseables seres que se ríen de lo establecido y hacen reír en uso de la inmerecida libertad. ¡Ok! Aquí hay uno de esos indeseables. Aquella gente que quiera reír de lo que está proscrito, prohibido, alegremente censurado por la autodenominada "Policía Moral": ¡Bienvenida!
